Un hombre muy recto

Yo reprimía la curiosidad que me impulsaba a preguntar a Antonio los motivos por los cuales conservaba una antigua corbata. Cada atardecer, puntualmente, sacaba la corbata de su bolsa, la contemplaba pensativo y la acariciaba amorosamente.
Hombre de una educación y amabilidad inalterables pero que no daba pie a familiaridades ni a ningún tipo de confidencias. Un dia me brindó la ocasión en bandeja al preguntarme en un momento en que nos habíamos quedado solos en nuestro rincon de indigentes del Parc de la Ciutadella, que como podía yo repetir con tal exactitud el mismo rostro femenino en cada cuadro que yo pintaba para malvender y poder comprar el vino que inexorablemente necesitaba para poder sostenerme en pie.
Yo todavía llevaba pocos años en la calle, y aún no había conseguido desterrar de mi el resentimiento que me iba corroyendo, así es que le contesté de una forma algo abrupta : » Antonio, ¿podrías tu olvidar el rostro de tu verdugo?».
Se produjo un silencio. Hombre de extrema prudencia, mi contundente y sincera respuesta le pilló desprevenido.
Después empezó a hablar. Su voz había cambiado de su habitual solemnidad para tomar un tono mas intimo, pero sin perder un ápice su dignidad.
» Miguel -hablaba sin ninguna emoción en particular- todos, pues no vayas a creeer que eres una excepción, absolutamente todos los que deambulamos perdidos por esas calles de Dios, llevamos un aguijón clavado en lo mas profundo de nuestro corazón». Siguió acariciando la corbata mientras yo proseguí pintando pues no esperaba ya ninguna confesión.
Entonces su voz, que venía de algún lugar muy lejano me hizo detenerme en mi labor para escucharle.
» Miguel -empezó su relato con un tono sombrío como quien presenta un balance inapelable- yo era director de banco. Siempre he sido un hombre muy exigente con mis responsabilidades y con las de los que me rodean así que jamás aceptaré como pude permitir que las circunstancias se me fuésen de las manos».
Observando distraidamente mi cuadro prosiguió: «Una noche fuímos a cenar mi esposa y yo con un matrimonio amigo a un restaurante que hay sobre un pequeño acantilado en Garraf. Un pueblo precioso que esta yendo de Barcelona a Sitges ¿lo conoces Miguel?»
– «Si, pasé algún verano allí cuando tenía familia»- le contesté sin añadir mas detalles para no interrumpirle.

-«No fuí yo, pero alguien sugirió ir a visitar el casino de Sant Pere de Ribes. A regañadientes, ya que por mi profesión siempre he sentido mucho respeto por el dinero, acepté ir a tirar unos cuantos miles de pesetas. Allí sucedió algo extraordinario para mi. Mi esposa, siempre tan retraída, se fué enardeciendo, jugando y jugando doblando las apuestas y pidiéndome constantemente que cambiáse mas fichas, que naturalmente iba perdiendo. Yo estaba desconcertado.Se había producido en ella una transformación. Era como si hubiése descubierto el paraíso. Me hizo volver al casino el sabado siguiente, y el siguiente…»
«No tuve el coraje necesario para frenar esa pasión desaforada que el juego había despertado en ella y el resto vino solo. Me arruiné. Ante sus súplicas, ruegos y despues amenazas de abandonarme, sustraje dinero del banco -la verdad es que tampoco tomé muchas precauciones para que no me descubriesen- me despidieron, pero debido a mi historial profesional impecable, o porque no les convenía, vaya usted a saber, no me denunciaron. Furiosa, mi esposa intentó chantajear a los directivos del banco pidiéndoles dinero y amenázandoles con delatarles al consejo de administración por no haberme denunciado».
La pasividad y entereza de este hombre ante su catástrofe me estaba soliviantando. Conozco a hombres que de haberles hecho esa mujer lo que hizo con éste hombre, hubiésen pasado gustosos el resto de su vida en la cárcel.
Al notar mi expresión de reprobación me puso suavemente una mano en el hombro.
«No me mires así, Miguel. Las cosas no fueron en su momento tan gélidas ni me comporté con ésta serenidad. Han pasado ya muchos años. Y sobre eso tu debes ir aprendiéndo…» me dijo con el aplomo del que ha regresado de desfiladeros por entre los cuales yo todavía tendría que sollozar. «Miguel, quizá mi carácter frio y ordenado privó a mi esposa de la pasión que aunque tardía y de consecuencias tan funestas encontró en el juego. Y entonces, herido por un amor que me había envilecido y libre ya de todos los lazos afectivos y materiales, me vi con el valor y la libertad de afrontar cualquier cosa que me pudiera suceder. Y de todas formas Miguel – y te exijo que me creas- le deseo suerte… a ella que nunca la tuvo. Me destroza suponer como habrá terminado»

Debajo del portal del mercado de Sant Josep de la Boqueria en Barcelona, una señora de edad casi madura todavía de buen ver, busca y rebusca en su monedero con expresión angustiada. Hace gestos inciertos como si buscase consuelo. Abre y mira en su capazo de la compra vacio, de forma ostensible con rostro compungido y alarmado. Estos tics y actitudes se van repitiendo casi idénticos como si fuésen ensayos de una representación. Su aspecto amedrentado de perrita abandonada llama la atención de un caballero maduro de porte distinguido.
– Señora, perdone que me dirija a usted sin conocernos. No he podido pasar de largo viendo el estado de turbación en que se encuentra, ¿algún problema grave? Si en algo puedo servirle.
– ¡Ay, caballero! ‘ que tremendamente estúpida que soy! Al dirigirme al mercado me he detenido en una cafetería a desayunar. Y al tener el cambio en mi poder, de golpe, algo inexplicable, me ha dado un impulso y he introducido las monedas en la maquina tragaperras. Y quizá por la novedad…,porque yo no soy aficionada a las maquinas, no se vaya usted a pensar, cuando me he querido dar cuenta me había gastado todo el dinero de la compra para la semana. ¡Ay, gracias por dejarme desahogarme con usted!.
-Si en algo puedo ayudarla señora.
-Aconséjeme, por favor ¿que le digo yo a mi esposo? Si le digo que he perdido el dinero se extrañará, pues yo no soy nada atolondrada -sabe usted?- y si le digo que me han robado querrá poner una denuncia, pues mi esposo es un hombre muy recto.
-Señora mia, no puedo dejarla en el estado de agitación en que usted se halla. ¿Me permite que le preste yo el dinero para solucionar su pequeño problema?
– Caballero, es usted una persona de una gentileza que ya no existe, pero no puedo aceptar. La verdad es que no sabría ni cómo ni cuándo se lo podría devolver…

Y llega ese momento en que la pantomima no tiene mas remedio que acabar.

-Por favor, señora, acepte este dinero y quítese usted de una vez esa angustia de encima ¿Me permite usted invitarla a almorzar y así tendré el placer de conocerla?
-Vamos

~ por miquelfuster en julio 26, 2010.

14 respuestas to “Un hombre muy recto”

  1. GENIAL, Miquel. Besos

  2. Joder Miguel que bueno.
    Genial!!!

    un abrazo

  3. Miquel, hoy he descubierto tu blog. Gracias por compartir con nosotr@s tus experiencias. Magnífico relato!

  4. Te enlazo a mi blog. Un abrazo.

  5. Tras el desastre, un final que es un principio de otra cosa, quizás buena.
    Me gusta tu prosa, también tus dibujos. Hay humanidad, calidad y ética.
    Saludos.

  6. Ahora mismo me encuentro viendo el reportaje que te hizo RTVE. Me alegro de que hayas conseguido resurgir y espero que el álbum que estás preparando funcione bien, porque desde luego tu estilo lo merece.

    Un saludo y suerte :).

  7. He visto en la tele tu trabajo. Me parece muy bueno. Enhorabuena. Me gustaría comprarlo cuando salga a la calle.

  8. Hola Miguel, acabo de ver un reportaje en la tv donde salias tu y tu arte;maldita tv!pero si es para cosas como esta….bendita sea,pq gracias a ella he conocido lo que haces!
    Yo soy un estudiante de bellas artes a punto de terminar la carrera, no se q salidas me deparara ,la verdad,pero al menos me hace sentir q voy por el camino correcto.

    La verdad es q me he sentido muy identificado con tu causa,aunke no me he encontrado nunca en la calle,pero…..si lo he barajado.
    Voy a enseñar a todos mis colegas tu blog,pq me parece la ostia un artista como tu!q se te conozca!!!
    Quiero darte mi apoyo incondicional y desearte toda la suerte del universo!!cuando publiques algo, lo comprare!!

    Ahh,jeje,por cierto,yo tb hago cosillas,me quiero animar a hacer un comic con unos amiguetes,pero de momento me kedo en la pintura y sobre todo la ilustracion q me apasiona!
    encantado de haber conocido tu arte y espero no haber sido muy coñazo!!jaja,un abrazo!!te paso un link de mi blog!!

  9. Muchas felicidades por tu obra, la artística, fantástica, y la personal, más fantástica aún.

  10. Hola, Miguel, vi cómo contabas tu historia en un reportaje de tve. Yo estoy intentando dedicarme al cómic y tengo que decir que en tu blog hay muchos trabajos realmente bonitos e interesantes. Se ve en tu mano cosas que sólo se ven a gente que trabajaron con Toutain. De la generación que cuajó entre los 70 y los 80 hay demasiados buenos dibujantes de los que la gente no se acuerda. Los relatos que cuentas son tremendamente emotivos y las ilustraciones (en calidad ascendente a medida que actualizas el blog) transmiten. A mí me parece que transmitir es lo más difícil de dibujar o pintar. Y tú transmites. Mucha suerte con tu libro y ojalá todo te salga bien.

  11. Hola, Miquel.
    Eres el dibujante de la soledad, de ese dolor que merodea solo por la calle.
    Te enlazo con mi blog: pensionulises.blogspot.com

  12. Un placer echarle un ojo a tu blog. Realmente me parece estupendo que hayas conseguido salir de ese mundo. No solo porque eres un dibujante cojonudo (tu estilo me recuerda muchísimo al de Alan Lee, el principal ilustrador de «El Señor de los anillos»), sino porque además escribes muy bien.

    Felicidades, espero que el comic funcione bien y que sigas teniendo oportunidades en este mundillo.

  13. Mi mas sincera felicitación por tu buen trabajo. Me encanta tus dibujos, así como tus emotivos escritos. Saludo cordial

  14. Cuidado, el fastama de tú vida se esconde, en todas partes, alerta no caigas no té volverias a levantar,,,, tú locura es fabulosa.

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