Ruta a la inmolación

•diciembre 11, 2018 • 1 comentario

Ruta a la inmolación

Criadero de buitres en el número 13. Rey de Copas de un trono inhabitado. Pupilas dilatadas en Diamantes sin Damas, estandartes de lujuria, violadoras de almas, aliento de semen, satisfacción viciosa, sueño de la razón.

Manos asesinas empujando a la hoguera. Aullido de bestia, delirio furioso, cien mil vueltas de tuerca, reina la oscuridad.

Espectro de las llamas del Infierno. El silencio centellea como un hierro en el yunque azuzando el suplicio. Zona extraña dónde empieza la locura, zona roja dónde florece el crimen.

Pupila enfebrecida repetida en los pulsos, enrojecida y ciega por traiciones vilmente edificadas. Y hay sueños de venganza para siempre abolidos y también hay ceniza debajo de los besos.

Alzado del escombro, surgido de la herrumbre, herido en lo más hondo, auroras devastadas, ruta a la inmolación.

Hundido en el fango de las calles. Estar agazapado noche adentro por úteros de sombras, oculto entre cipreses las noches de fiebre en los inviernos, con un estigma marcado eternamente.

Y el dedo cruel te dice lo que eres. Y escondido en la noche cuando los ojos se anegan de lluvia y de memoria, amaremos incluso la amargura, y el transcurrir estéril de las horas.

Y no ser nada. Sino un maldito. Ajada máscara de frio derrumbada, sólo grietas oscuras como signos extendidos sobre la faz sombría.

Me castigan el frío y la fatiga, lágrimas trémulas de vértigo y desastre demasiado hirientes como un tiempo pasado de risas y de llantos acechante como un escalofrío.

Y esta vida baldía. Y la inquietud que imponen las noches y la niebla. Trenes que laten cercanos a mi cuerpo, noche tras noche, con toda la tristeza de los años vencidos.

Pero a veces, se solivianta el alma como un esclavo triste. Y me vienen por las crueles esquinas del insomnio y se adentran de golpe hasta deshabitarme, los días que no vi bondad en los espejos, ni escuché gritos ahogados de reproche, ni adiviné retales de ternura acariciando el sino de mi suerte.

Hasta quedarme solo.

Hasta quedarme solo.

Hombre libre

•septiembre 4, 2018 • 1 comentario

El instinto de agrupación, es, un instinto de animales débiles. No se ven rebaños de leones…

La libertad del sin techo marginado, es, un sentimiento exclusivamente personal, como todas las formas de libertad.

Éste hombre se hace la ilusión de la libertad a falta de no haber poseído nunca la realidad de ella. Creerse libre es, la única manera de serlo que ha encontrado hasta hoy.

Éste hombre aborrece tanto las esclavitudes que encadenaron su vida, que, se incendian sus pupilas de fiereza y de dolor.

Como hombre individualista siente la antipatía de la colectividad. Ya que, los hombres que aceptan vivir en esclavitud, no perdonan nunca al hombre dispuesto a morir fuera de ella.

Porque los espíritus esclavos no se conforman con ser viles, sino que se vuelven agresivos contra el hombre que está fuera de la sociedad y que rechaza indiferente todas sus servidumbres y diezmos.

Y si para éste hombre, la servidumbre es ya un crimen, un crimen mayor es el empeño del mundo en imponerla a los otros.

Las sensaciones de libertad son de una intensidad tan grande en el alma de este hombre, que le basta para llenarla y dar sentido a su vida.

Y, aunque su lecho sea el suelo, para éste hombre, la libertad extiende ante él la clemencia infinita de sus cielos sin fronteras.

Sol de injusticia

•julio 18, 2018 • 4 comentarios

Sol de injusticia_blog

Amortajadas las pupilas, por calles y lugares polvorientos, voy caminando solo, desfallecido y triste bajo un sol que abrasa y me sofoca y mi alma ausente que ya no resucita.

En el camino bajo ramas resecas, mortal el sol, la tierra arde. Y un aire abrasador fugado del infierno que llega silencioso para besarme con un beso de fuego que deja cicatriz.

El cielo es un mar de fuego refulgente. Las ropas empapadas de un sudor pegajoso. La boca reseca amarga como hiel que se abre como una vieja herida anestesiada. La vida pisoteada que interroga y continúa buscando.

Los sueños y esperanzas, la gloria y la alegría se fueron alejando en lentas procesiones y escucho los ecos de voces no olvidadas que un día fueron mías.

El calor me ahoga y me obnubila. Colores lejanos flotan y se confunden alrededor de mí. Se convierten en ojos que me miran fijamente queriendo adivinar. Formas como presencias espectrales. Proféticas imágenes nocturnas, sombras ciegas sin luz fundidas en la noche de la desesperación. Laberinto de sueños erráticos. Lucha de resistencia y destrucción. Remolinos que giran sin cesar y a través de los cuales me interno en el vacío.

El horrible calor que me oprime. Las moscas que me desquician… y los mosquitos. Los mosquitos, tantísimos que por mucho que me agite y los aplaste siempre me veo cubierto de ellos. Siempre más, muchos más. Punzadas dolorosas que me enloquecen. Sufriéndolos de la mañana a la noche y de la noche a la mañana…

Mosquitos hinchados con gotas de mi sangre que revolotean tristes ante mí, junto a un muro sombrío donde ya no cae el sol luminoso de los días felices.

El eterno vagabundo

•mayo 22, 2018 • 2 comentarios

Eterno vagabundo web

Sin Dios. Sin Patria. Sin Madre.

Bajo otros nombres y bajo otros aspectos, desde tiempos remotos, en distintos lugares y en distintas épocas, errante de un lugar a otro ante la imposibilidad de reposar en un lugar que ya no existe, veremos pasar la figura solitaria y fugaz del eterno vagabundo.

No sabemos cómo se llama, no conocemos su patria, ni su oficio, ni sus culpas, ni sus merecimientos. Acaso es un fugitivo. Acaso ha desertado de las calles del miedo la ignominia y la desesperación.

Como una fiera herida y atrapada que con sus ligaduras forcejea mordiendo cuerda y hierros para poder huir, su espíritu lucha por intentar volar, y buscar tierras nuevas de horizontes sin fin.

Solo en su soledad se siente libre, porque en ella, no ordena ni obedece.

No espera nada de nadie. El es el campo de batalla donde resuenan los ecos de sus pasos cansados.

Si no ama la vida no se ocupa en maldecirla, porque sabe, de la inutilidad de su amor y de su queja.

Este hombre, desmesurado en su soledad, ama tanto la libertad, que le devora en todos los instantes de su vida, que besaría la boca de la muerte antes que imaginar perderla un día.

Escuchó el canto de las sirenas sin hacerse amarrar al mástil de un navío de velas desgarradas, bajo cielos violeta reflejos de llamas de un sol agonizante.

Sintió tanto dolor por tantas y tan amargas despedidas, de ver cuántos lugares tuvo que abandonar, que solo anhela irse lejos, muy lejos, a donde ni el pensamiento con sus alas sangrientas le consiga alcanzar.

Y, cuando vuelve los ojos al pasado es su dolor lo que recuerda con más intensidad. Porque el placer fue fugitivo como un estremecimiento, mientras que el dolor fue como un arado inmisericorde, que dejó huellas tan hondas en su vida, que a veces, se siente tan pobre, tan triste y tan rendido, que se maldice de rabia mirando tanta ruina.

…y un tribunal de andrajosos mentales le condena, por el crimen de cubrir de harapos su persona.

Y, en un fondo de brumas y de nieve, entre los sudarios del cielo y de la tierra, hacia un helado crepúsculo invernal, veremos alejarse, con la melancolía de un ciprés solitario, peregrino al azar, alma sin dueño, la figura del eterno vagabundo en su destino errante, y que ya, nunca más volverá.

Programa de TV Ara i aquí

•abril 19, 2018 • Deja un comentario

Participación de Miquel en el programa Ara i aquí de RTVE. A partir del minuto 00:45:20MiquelPrograma de TV Ara i aquí

Navidad a la intemperie

•diciembre 12, 2017 • 7 comentarios

Navidad a la intemperie w

Miro el paisaje helado y triste, inmensamente desolado y triste como un campo después de la batalla, y mi alma, llena de amargura de los que han de morir sin esperanza, sufre oprimida por la ausencia de todos los amores, bajo el peso de todos los olvidos, hundida en el abismo sin nombre de la nada.

El frio mortal y su cortejo de verdugos se arrojan sobre mí como fieras sobre una presa indefensa.

Cada vez los inviernos se me hacen más duros y más largos todavía. El viento sopla días enteros, cortante igual que una navaja. Bajo la cabeza, rechinan mis dientes, y lucho falto de esperanza y sin valor, contra el invierno asesino.

Siento los miembros paralizados por el frío. Ya mis pies apenas pueden sostenerme. Derrotado por el desaliento, la negra estrella de mi vida me envenena de tristeza, de abandono, y de dolor.

Siento una mano deslizarse por mi pecho y cerrar sus dedos de acero hasta llegar a mi corazón desgarrándolo cruelmente.

Una mano inmisericorde y ciega como los surcos del tiempo, ha devastado mi juventud, ha embrutecido mi vida, dejando huellas muy hondas de dolor en mi corazón destrozado.

Y, en las gélidas madrugadas, lleno de angustia y de aflicción, escondo mi rostro entre las manos, y lloro amargamente por los seres amados que ya nunca jamás podré besar.

Lloraba mi pasado, y miraba abstraído, sin ver, el suelo helado cubierto de nieve iluminado por la luna amarillenta, las cimas negras de los árboles y las formas sombrías del bosque lleno de peligros.

El bosque me embruja para atraerme hacia sus misteriosas entrañas.

El viento parece conjurar en la noche confusos rumores, incoherentes murmullos de pesar y de tristeza, gemidos de indescriptible melancolía y reproche.

Percibía mil pensamientos, vanas esperanzas, viejas ilusiones, gozos y pesares olvidados de tiempos remotos, retales de sueño, jirones del alma, espejismos rotos…

Mis labios temblaban.

No estaba solo. A mi lado había una linda joven, enlutada, cuyos ojos arrasados de lágrimas refulgían a la luz que lanzaba, el Espíritu de las Navidades Muertas.

El hombre marginado

•noviembre 10, 2017 • 2 comentarios

El hombre marginado Web

Sólo el hombre marginado, como individuo que acepta la soledad y el rechazo, podrá dentro de su aislamiento soportar una agonía sin fin. Puede fracasar y reconciliarse con su fracaso  siempre como hombre libre que quiere ser. Como hombre propietario de sí mismo.

Su pensamiento se vuelve coherente en el mismo momento que se ha vuelto delirante. Y sólo para el delirante poder aceptar esa continuidad de vida abominable que es la calle, le puede hacer creíble el triunfo de su subjetividad.

Éste  hombre marginado y asocial, sufre el linchamiento moral de la sociedad que prohíbe su individualidad y se lanza para arrebatársela después de excluirle y rechazarle.

Éste hombre está situado o sitiado por todas las imposibilidades, sin que haya una salida como tampoco la posibilidad de un retorno.

A veces se salva sólo en la dimensión del instante de la libertad, el instante de la anarquía, de lo asocial puro. Esa lucha que luchará sólo en el hombre que hay en él de extrahumano ajeno a la razón social.

Ninguna mano humana será nunca capaz de reparar el daño a quien el destino no ha concedido más que el derecho para destruirse, dejándole sin armas para defenderse.

Por ello, ese hombre no tiene otra posibilidad que lo imposible, ni otro camino que el callejón sin salida de la locura y de la desesperación. O el triunfo de la muerte.

Y para él, ni el recuerdo flotará en ese definitivo paisaje que acabará de cubrir la tierra con sus despojos.

Seres desgarrados

•septiembre 20, 2017 • 4 comentarios

Seres desgarrados W

Vocación de destruirse por exceso. Sin deseo de horizontes, sino abismos. Nacidos ya en la frontera de todo límite, en equilibrio entre la insatisfacción y el vacío.

Espíritus delirantes de quimeras febriles.

El tiempo, oráculo infalible, profetizaba a plazo fijo la inexorable derrota.

El destino se había cumplido. Una misteriosa mano había señalado un camino único y nosotros lo habíamos seguido.

Seres desgarrados de esa vida amarga, salvaje, terrible de la calle.

La culpa enraizada, crímenes sin arrepentimiento, mostrando las llagas de imposible olvido.

Las calles miran la marcha macabra y temen la dureza de su pisoteo.

Los árboles tiemblan desamparados bajo el cielo sin luz.  No hay un solo camino que redima la soledad de las almas muertas.

Cae una fuerte lluvia. Nuestros cuerpos tiemblan como galeotes ante la amenaza del látigo. Toda humanidad se ha extinguido en nosotros. Espectros horrendos de un entendimiento estéril.

Voces agónicas entre sollozos, entre esperanza y sin eco. Alguien que se asfixia y no puede moverse de tanto dolor. Cuando el verdugo del tiempo te ha trabajado y todos te olvidan y nadie te ve.

A veces yo creía poder despertar y querer, como en otros tiempos. Ahora mi vida fluye a través de un camino de cenizas, árido, sin risas, sin amadas, sólo, desesperado, sin alma. Me he cansado de llorar en un rincón. Llanto de vergüenza, de ternuras pasadas, de resentimiento, de venganza.

Unas palabras ante unos despojos teñidos de herrumbre serán el único testimonio de nuestros espejismos.

Y la tiniebla cubrirá poco a poco el altar fúnebre de las almas caídas en desesperanza de eternidad rebelde.

Exiliado en mí mismo

•julio 24, 2017 • 2 comentarios

Exiliado

Cada verano nace con su abrazo de hielo.

 

La extraviada memoria de aquellos días donde habitaba el milagro de un tiempo donde la ilusión permanecía intacta, ignorando el futuro de belleza ya muerta.

 

Cuando mataron mis sueños y mis quimeras mi mundo se desvaneció.

Desprecié lo que pudiera ocurrirme y me lancé a esa vida errante y peligrosa como para vengarme de la fatalidad que tan cruelmente me trató.

 

Privado de las copas que endulzan los gritos de placer que acuchillan el viento, igual me dio beber el vino envenenado que corrompe los seres, silencia los lamentos y asesina el recuerdo desahuciando los sueños.

 

Había estado viviendo en el paraíso y cuando lo perdí no pude soportar la vulgar tierra de la humanidad vulgar y me arrojé de cabeza al infierno.

 

Exiliado en mí mismo, en esta realidad no hay piedad ni hay ensueños. No hay amor ni esperanza. El vaho de las tinieblas me asfixia al respirar y queman las entrañas las llamas de este horror.

 

No sé lo que es la muerte. Pero sé que en estos años sufro las agonías de muchas otras muertes.

 

Porque mi cordura es mi mayor maldición en esta vida donde parecen haberse aliado todos los horrores. Y el conservar mis facultades, no hace sino incrementar mi dolor.

 

Náufrago en el mar de un tiempo para siempre perdido, cansado de esta vida que mi alma desespera, huyo por entre sombras de un mundo en pie de guerra.

Miguel, cara a cara

•abril 10, 2017 • 1 comentario

 

Texto de presentación escrito por Jaume Vidal:

Miguel Fuster es dibujante. Lo ha sido siempre, aunque él quería ser artista. Como los dibujantes de su generación, creía que artista significaba ser pintor. Los dibujos que realizaba  en sus historietas aspiraban a emular a los clásicos del cómic estadounidense, como Milton Caniff o Frank Robbins, pero por bien que lo hicieran, nunca serían unos auténticos artistas. O, al menos, eso es lo que pensaban. Sólo un amigo y compañero suyo, el visionario Carlos Giménez, supo creer en el cómic y utilizar las viñetas que salían del corazón y de la experiencia. Veinte años antes de que se hablara de novela gráfica, Giménez ya había creado una: Paracuellos, una cruda y tierna historia de posguerra.

 

Miguel no siguió los pasos de su colega y se aclimató al trabajo de la historieta romántica. Un trabajo de encargo, no demasiado complicado y bien pagado, destinado a jóvenes adolescentes del mercado del norte de Europa. Su sueño artístico no pasaba por crear una historieta propia, sino por el anhelo de ser pintor. Poco imaginaba que su talento artístico brotaría gracias a una desgracia. Malas decisiones y mala actitud en la vida lo llevan a la calle. Estuvo allí quince años. Muchos días y muchas noches al raso mientras que sus sueños se desvanecían. Todos menos el de pintar. Los cuatro chavos que podía conseguir tenían dos destinos: el vino barato o un lienzo. Con el alcohol calentaba el cuerpo; con la pintura, el alma. El vino lo obnubilaba. Los cuadros le daban clarividencia. Ni siquiera utilizaba pincel, gruesos de pintura esparcidos con los dedos en obras que vendía a algún turista o a marchantes sin escrúpulos. 15 años en la calle pueden destrozar a cualquiera. Pero su naturaleza fuerte y la ayuda de la Fundació Arrels lo sacaron de la calle. Dejó el alcohol, que a lo largo de toda su vida había sido la fuente de (falsas) alegrías i de grandes desastres, y continuó pintando. Pero la experiencia como sintecho había sido demasiado intensa como para no dejar testimonio. Y Miguel Fuster tiró de oficio y de experiencia y escribió y dibujó Miguel, 15 años en la calle. Una novela gráfica de la que se han publicado tres partes y que tiene al dibujante, y sus vivencias como indigente, como protagonista.

 

En la exposición Miguel, cara a cara, en la Galeria Sicart, se recoge obra original de este trabajo y también rostros del autor inspirados en esta obra. Las caras que reflejan todos los múltiples grados de sufrimiento y los fugaces momentos de satisfacción. Las caras de la soledad, el desasosiego, la rabia, el dolor, la necesidad y el frío. Pero también la cara de la esperanza, el rostro que hizo que Miguel no esté aún en la calle, sino en una galería de arte.

 

(La exposición se puede visitar desde el pasado sábado 8 de abril y hasta el próximo 20 de mayo. La galería Sicart está ubicada en Vilafranca del Penedés.)